Los efectos de la Reforma Universitaria
En 1918 se realizó la primera colación de grados, ocasión en la que se entregaron premios y diplomas a los graduados desde 1908 a 1917. En ese año, la Reforma Universitaria se constituyó en un fenómeno revolucionario que modificó sustancialmente la vida en los claustros. Nacida la protesta en Córdoba, rápidamente todos los estudiantes del país se hicieron eco del reclamo por una verdadera democracia educativa, el fin de la influencia clerical en la educación superior, la participación de los estudiantes en el gobierno de las Universidades y la simplificación del ingreso y los planes de estudio. Al cabo de varias semanas de gran agitación, el gobierno del presidente Yrigoyen, aunque con ambigüedades, dio respuesta positiva a las demandas más concretas.
Como resultado inmediato de la Reforma, todas las facultades fueron intervenidas, de acuerdo a la Nueva Ley de Universidades. El interventor designado en la Facultad fue el Dr. Francisco Lavalle, debiendo cesar sus funciones el entonces decano Joaquín Anchorena. De forma sumamente expeditiva (tardó sólo 9 días), Lavalle convocó a una Asamblea Plenaria, con representantes de los claustros de profesores y alumnos. Fue relegido Anchorena, quien se convirtió en el primer decano surgido de elecciones libres, con participación de toda la comunidad académica. En el Consejo, en ese año y los siguientes, varias personalidades fueron designados según los nuevos estatutos: Benito Carrasco, Emilio Solanet, Lucien Hauman, Luis María del Carril, Bernardo Houssay, etc. Para 1920, de los catorce consejeros, 13 eran profesores de la casa, lo que significaba que los aires de renovación surgidos de la Reforma se habían consolidado en la Institución.
De la vida de la Facultad en esta década, cabe destacar otros dos acontecimientos: la cesión de terrenos a la Academia Nacional de Medicina (4 y 1/2 hectáreas) en la zona de San Martín y Nazca, donde se crearía el Instituto del Cáncer, y la construcción parcial del Pabellón Central, habilitado recién en 1920.
Anecdotario:
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De la marcha apacible a los frentes de tormentas
El segundo cuarto de siglo acompaño la serena marcha de la vida de la Facultad. El mayor inconveniente seguía siendo la baja matrícula y los esfuerzos de los dirigentes se centraban en cómo interesar a un mayor número de alumnos. No obstante, la infraestructura de la Facultad seguía mejorando, con la construcción de nuevos pabellones, como el de Lechería, el de Técnica Quirúrgica, el de Equinos Finos y el de Equinos Comunes (1927), el de Ecología y el de Industrias Extractivas (1929), los Pabellones de Genética y Botánica (1930), y las sucesivas ampliaciones del Pabellón Central (el ala central se concluyó en 1938, el ala de Biblioteca en 1942, y el Salón de Actos en 1944). Desde 1923, la Facultad contaba también con un campo de deportes, de dos hectáreas de superficie, donde se desarrollaban, en particular, los campeonatos de futbol (desde 1913 existía una "Copa Campeonato de Foottbal" para equipos constituidos por alumnos de la institución).
Mientras tanto, los objetivos académicos se cumplían año tras año, y cada temporada una nueva camada de ingenieros agrónomos y médicos veterinarios se incorporaba a las filas de la producción, la agroindustria, y la investigación, para nutrir esa elite intelectual que habían soñado Escalante, Arata y sus contemporáneos.
Excepto algunas escaramuzas de política interna, que hoy constituyen anécdotas divertidas pero que en su momento movilizaron fuertemente los ánimos, la actividad de la Facultad tuvo siempre un perfil bajo, comparada con la dinámica de otras facultades, más pobladas y activas en términos políticos. Tanto era así que uno de los hechos más destacados de puertas afuera, con protagonismo de la Facultad, fue el nombramiento del Decano Anchorena como Vicerrector de la UBA, en 1921.
Hacia el interior, la vida académica tenía mucha actividad. Por ejemplo, en el nacimiento de diversos institutos de investigación, creados sobre la base de las cátedras afines. Así, por ejemplo, aparecen el Instituto de Genética (1929), el de Edafología (1934), los de Anatomía, Química e Investigaciones Agropecuarias, Zootecnia, Fisiología, Mecánica Agrícola, Frutiviticultura y Silvicultura, Economía y Legislación Rural (1936), los de Botánica Agrícola, Edafología Agrícola, Microbiología, Economía Rural (1949), y los de Agricultura Especial, Hidráulica Agrícola, y Forrajicultura (1959). En 1939, además, se creó el Departamento de Extensión Universitaria, cuya función sería cada vez más importante en función de las relaciones entre la Facultad y la comunidad.
Por último, de la mitad del siglo son también la creación de la Escuela de Floricultura y Jardinería Juan O. Hall y de la Escuela de Piscicultura y Pesca, establecidas ambas en agosto de 1948.
A partir de 1950, un tema se volverá preponderante en la vida de la Facultad y ocupará, por 20 años, los ánimos y las voluntades: el creciente conflicto entre la sección de Agronomía y la de Veterinaria que culminará con la separación de ambas carreras y la creación de facultades específicas.
Anecdotario:
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Agronomía vs. Veterinaria
Desde la aparición de las primeras escuelas de enseñanza agronómica y veterinaria, estaba visto que cada disciplina exigía una formación particular, y que sólo una parte del plan de estudio podía compartirse. Los antecedentes de esta idea se verifican ya a comienzos de siglo, cuando un acta de la Sociedad de Medicina Veterinaria, de mayo de 1908, considera la separación de los estudios disciplinares en carreras particulares. A partir del primer lustro de la década del ´50, el tema comenzó a generar debates, en especial cuando el peso específico del área de agronomía comenzó a ser mucho mayor que el de veterinaria, sobre todo en el número de alumnos inscriptos y graduados, y en la asignación de recursos derivado de esa matrícula.
No obstante, la situación no fue crítica sino hasta 1971, cuando se presentó un anteproyecto de división de las facultades ante el Honorable Consejo de Rectores de las Universidades Nacionales, moción que no prosperó
En 1972, la situación se volvió difícil para el área de veterinaria y el conflicto estalló. Durante mayo de ese año, los estudiantes de primer año no pudieron tomar las clases prácticas de Anatomía por falta de recursos (animales para disección y docentes auxiliares).
Hubo dos semanas de huelga y negociaciones, hasta que el Decano Jacinto Burgos concedió materiales y docentes. Sin embargo, la situación, lejos de mejorar, empeoró.
El escaso presupuesto, la falta de recursos esenciales para el dictado de cursos y un supuesto trato preferencial para los alumnos de agronomía, fueron las causas de reclamos cada vez más virulentos, que impulsaron medida extrema por parte de "los veterinarios": una huelga actividades, que se transformó poco después en una huelga de hambre llevada adelante por 19 alumnos y dos docentes auxiliares de la Escuela de Veterinaria. La huelga, comenzada el 19 de setiembre a las 9 de la mañana, fue acompañada por movilizaciones y marchas en pleno centro de la ciudad, que culminaron con 40 alumnos detenidos.
El conflicto fue reflejado rápidamente por los diarios capitalinos y tomó dimensiones cada día mayores. La Nación, por ejemplo, realizó una editorial sobre el asunto, que comenzaba con el título "Los estudiantes de veterinaria han decidido cortar por lo sano. No desean nuevos pactos ni arreglos, quieren una facultad propia."
Prosiguieron la toma de aulas, las marchas, las comisiones de estudio (dirigidas por el propio Decano Burgos) y una resolución del Consejo Directivo, elevando al Consejo Superior un proyecto de separación.
El crítico proceso duró un mes. Hubo una promesa de resolución, que se fue licuando con el paso de los días, pero que logró que, luego de 322 horas de ayuno (y cuatro huelguistas que necesitaron ser hospitalizados), la medida de fuerza se levantara.
Sin embargo, la separación no se efectuaba y tuvo que actuar el gobierno nacional. Al cabo, el gobierno militar de Lanusse propuso al Consejo de Rectores la creación de dos facultades en reemplazo de la Facultad de Agronomía y Veterinaria. El 23 de octubre de 1972 se promulgó la ley superior nº 19.908, que fijaba la fecha para ser efectiva la separación: el primer día de 1973. Ese día, el Dr. Guillermo Lucas se hizo cargo del decanato de la nueva Facultad de Veterinaria de la UBA. Como decano de Agronomía permaneció el Ing. Agr. Juan Jacinto Burgos.
La separación real de las Facultades concluyó con la división de los terrenos, los edificios y el personal docente y administrativo.
El tercer cuarto de siglo, en otros aspectos, había visto a la Facultad varias veces intervenida, de acuerdo a los vaivenes de la política nacional y los sucesivos golpes de estado. Los cambios en la dirección de la Institución habían ocasionado marchas y contramarchas a nivel académico: por ejemplo, entre 1948 y 1955, los docentes y adjuntos habían sido nombrados por el Poder Ejecutivo Nacional, hecho que resultaba en una clara violación de la autonomía universitaria y en un claro perjuicio a nivel académico. En otras ocasiones, por ejemplo a partir de 1957, los cargos se otorgaron a partir de concursos abiertos, donde los docentes seleccionados estaban avalados por una trayectoria profesional y docente irreprochable. Ese fue el caso de Alberto Soriano, Jorge Molina y Domingo Cozzo, que obtuvieron la titularidad de distintas cátedras de la Facultad y comenzaron una activa tarea en pos de generar áreas de investigación y equipos de trabajo, que la Facultad no tenía por entonces.
No obstante, luego de la separación de las facultades, todo aura de optimismo, por pequeña que fuera, desapareció con rapidez: los peores tiempos de la historia del país también lo fueron para la vida de la Facultad.