“Producir híbridos generó un gran avance en el rendimiento del maíz, pero queda mucho por hacer”

Mar, 02/03/2010 - 08:57
Por FAUBA

Confiesa que no le alcanza la semana para cumplir con las responsabilidades que esta carrera le exige: “es un trabajo full-life”, asegura sin quejarse la Ing. Agr. María Elena Otegui. Aquí su trayectoria y algunas de sus líneas investigativas dedicadas al mejoramiento del cultivo de maíz.

Algunos pronósticos estiman que en el 2050 seremos 10 mil millones de habitantes a nivel mundial, lo que inevitablemente significa que la demanda de alimentos se incrementará. Para una ingeniera agrónoma, con casi 30 años de dedicación intensiva a la investigación de las bases ecofisiológicas para el mejoramiento y manejo de cultivos, estos datos no pueden pasar desapercibidos. Es el caso de la Dra. María Otegui quien se dedica, además de la docencia, a trabajar a campo todo tipo de líneas investigativas tan innovadoras como actuales, con la intención de superar problemáticas como la escasez alimentaria, el estrés térmico o la necesidad de reemplazar fertilizantes e intenta dar respuesta a las distintas necesidades que se plantean respecto del rendimiento potencial y real de los cultivos.

La profesora titular de la cátedra de Producción Vegetal de la FAUBA e investigadora principal del CONICET cuenta con más de 200 publicaciones profesionales, una maestría realizada en la Unidad integrada Balcarce, un doctorado en la Universidad de Orsay en Francia y un postdoctorado en el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos en Morris, Minnesota. A los 16 años Otegui ya tenía en claro que optaría por la rama biológica y la investigación. La decisión final por la carrera de Agronomía vino de la mano de una cuestión coyuntural, el premio Nobel de la Paz otorgado en 1970 a Norman Borlaug por sus descubrimientos en el mejoramiento genético del trigo: “Me pareció muy interesante. Y con el idealismo que todos tenemos de jóvenes, la idea de investigar para facilitar la alimentación de la humanidad fue muy motivadora”, asume.

“De laboratorio tengo bastante poco; todavía paso, por suerte, largas horas en el campo. La ecofisiología tiene mucho de eso, especialmente cuando se aplica al mejoramiento genético”, explica Otegui que trabaja en varias líneas de investigación que intentan dar respuesta a las distintas necesidades que se plantean respecto del rendimiento potencial y real de los cultivos, particularmente del maíz. Entre ellas, una de las más innovadoras tiene que ver con el estrés térmico, es decir la exposición de los cultivos a temperaturas muy altas, uno de los escenarios más críticos del cambio climático: “Provocamos calentamientos en híbridos de maíz en distintas etapas de su ciclo y es impresionante ver cómo las plantas del genotipo templado, en pleno llenado de sus granos, mueren inmediatamente, mientras que el genotipo tropical no experimenta esa respuesta tan drástica y el tropical por templado se comporta de una manera parecida al tropical, con un ritmo de llenado más propio del templado cuando no lo estamos calentando y con esa gran potencialidad de crecer”, explica. 

Normalmente, estos procesos de mejora se llevan a cabo orientados a los ambientes a los que se quiere destinar el cultivo, entonces la combinación de germoplasmas quiere venir a solucionar los rendimientos para los distintos entornos. “Nos dedicamos más bien a observar el producto final que son los híbridos, interpretar las respuestas fisiológicas e identificar los rasgos que van a dominar el carácter del cultivo en un determinado contexto”. Una vez identificados, trasladar los rasgos beneficiosos de ciertos genotipos – por ejemplo: mayor tolerancia a las enfermedades- a otros que no poseen dichos rasgos, ha pasado a ser una tarea mucho más sencilla desde el advenimiento de las técnicas moleculares. No obstante, según la ingeniera, queda aún mucho camino por andar. “El objetivo, entonces, es hacer una combinación de estos rasgos favorables en un mismo genotipo para que rinda más. En el caso del maíz la mejora de rendimiento que se produce al cruzar líneas endocriadas respecto de polinizarse entre sí las plantas de una población, es impresionante. Producir líneas endocriadas y dar lugar a híbridos determinó un avance enorme en el rendimiento del maíz, pero la correcta elección de las líneas no es tarea sencilla, mucho menos cuando el ambiente al que irá destinado el híbrido implica la ocurrencia de algún estrés por agua o nutrientes o de temperaturas extremas”, analiza Otegui. 

La escasez de agua es una de las problemáticas que aquejan a nivel global, y el mejoramiento para situaciones de disponibilidad hídrica limitada es otra de las investigaciones que lleva adelante el equipo de la ingeniera agrónoma: cómo varía la respuesta genotípica a esa limitación es la pregunta clave que se ensambla con un estudio más novedoso aún relacionado con el estrés térmico. Desde el 2006 en la Facultad se desarrollan experimentos al respecto: “Tenemos híbridos de maíz contrastantes en sus respuestas a diferentes estreses, algunos comerciales y otros generados a partir de germoplasma público”.

El aprovechamiento y la implementación efectiva de muchas de estas líneas de investigación están ligados a la relación directa con mejoradores y genetistas. En este sentido, desde el 2000 el equipo dirigido por Otegui en la cátedra de Producción Vegetal trabaja en conjunto con el INTA de Pergamino acerca de la utilización de bases fisiológicas para el mejoramiento por uso de nitrógeno. “Nos asociamos con el coordinador del área de mejoramiento de Maíz, el Dr. Guillermo Eyherabide; él eligió algunas de nuestras líneas de las cientos de líneas públicas que hay disponibles en INTA, porque entendió que podían ser de utilidad para generar híbridos contrastantes por uso de nitrógeno”, se enorgullece y aclara que “la creencia de que el sector privado siempre lleva la delantera de las investigaciones que hay que hacer es falsa” ya que, en su momento, la propuesta no le resultó atractiva a ninguna empresa “y, hoy, me consta, las firmas líderes en materia de generación de semilla híbrida de maíz tienen todo un programa destinado al mejoramiento por uso de nitrógeno”. Por aquel entonces, según explica Otegui, nadie avizoraba la crisis energética y su impacto en la producción de los fertilizantes más utilizados, a lo que se suma la problemática asociada a la contaminación por el uso de fertilizantes.

La ingeniera agrónoma que confiesa haber dedicado su vida a esta vocación que la apasiona, no se arrepiente de transcurrir fines de semana enteros en la FAUBA o INTA Pergamino, ni de haber aceptado alguna vez el cargo de subdirectora del EPG o la dirección y co-dirección de varios cursos de posgrado. “Lo más importante –expresa humildemente- es que la posibilidad de hacer todo lo que he hecho, sin duda, tiene que ver con la gente que trabajó conmigo, los estudiantes que tuve la suerte de tener y el grupo de trabajo que conformamos desde hace 15 años con Gustavo Maddonni (FAUBA) y Alfredo Cirilo (INTA), con quienes hacemos un verdadero equipo. Es difícil pensar en hacer investigación solo, es imposible”.

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Sobre el autor

Facultad de Agronomía - Universidad de Buenos Aires