Desarrollo y emigración en América Latina. Una propuesta basada en el turismo rural y en las rutas alimentarias

Mié, 29/08/2007 - 09:03
Por FAUBA

Un trabajo desarrollado por el Ing. Ernesto Barrera 2 del Área de Turismo Rural, en colaboración con la Cont. Olivia Bringas Alvarado3, de la Universidad del Estado de Sonora (México), explica como los pequeños campesinos mexicanos podrían mejorar su situación y el país exportar alimentos con valor agregado focalizando su producción en la demanda de los emigrados de las naciones del subcontinente.

Exclusión, desigualdad, intolerancia, pobreza, falta de reconocimiento: he ahí el origen de la emigración, constituida en la actualidad en una nueva forma de destierro. En este sentido, vale decir que en la antigüedad la obligación de dejar la tierra de origen era -junto con la muerte- una de las dos condenas que se aplicaban a los delitos graves. Justamente, en la antigua Grecia, el pensamiento socrático prefería la muerte, pues no valía vivir (de cualquier modo), sino bien vivir. Sin patria, sin afectos, sin identidad no se vive bien.

Son innumerables los ejemplos de pueblos que emigraron en la búsqueda de mejores condiciones de vida. Lo hicieron los irlandeses -cuando más de un millón de quienes se quedaban en el país morían de hambre; también, los galeses -cuando no pudieron practicar su religión- y los españoles -cuando los corrieron el hambre y la dictadura franquista-. Entre fines del siglo XIX y principios del XX, nuestra América, entonces hospitalaria y prometedora, cobijó a esos emigrados europeos. Más recientemente, a fines del siglo pasado, las dictaduras latinoamericanas obligaron a muchos ciudadanos de distintos países a dejar sus naciones de origen por motivos ideológicos. En ese contexto fue México, a la sazón, una casa abierta y cálida para esos emigrados de países hermanos.

Pero paradójicamente, la nación mexicana, acogedora de los emigrados latinoamericanos tiene millones de emigrantes, que bien podrían calificarse como los desterrados del subdesarrollo, muchos de ellos radicados en los Estados Unidos.

Así sucede que por esta situación puede decirse que esos desterrados son parte del ahora mexicano: se puede decir que México -a través de su gente- está a la vez adentro y afuera de los límites geográficos de su territorio nacional. Los mexicanos que viven en su país le dan cuerpo a la singular identidad nacional. Y los que han emigrado y viven afuera también, aunque de lejos la sueñan y añoran desde un alma profundamente mexicana.

La identidad nacional mexicana se construye desde afuera y desde adentro del país. Los emigrados, desde sus lugares de residencia, ayudan con las remesas y de muchas otras formas. El dinero de los emigrantes mitiga el dolor y la pobreza, pero con frecuencia transforma a esforzados campesinos en personas ociosas que no labran la tierra esperando la remesa de los parientes que viven en el exterior.

Esas remesas de los emigrados podría mejorar la vida de muchos campesinos si se volcaran a la inversión productiva. Y el turismo rural desarrollado por esos campesinos es una de las vías más eficaces para lograrlo. Curiosamente, porque los de afuera están bien del bolsillo y mal del corazón es que en los emigrados (o desterrados del subdesarrollo) anida una esperanza para quienes se han quedado en sus países.

Turismo, gastronomía y emigrados: las tres grandes paradojas del campo mexicano

En el camino de la resolución de las tres grandes paradojas de zonas rurales mexicanas, se aloja una esperanza para el campesinado y los habitantes de esas regiones.

  1. Turismo: México, el más grande país turístico de América Latina -al que llegan 100 millones de viajeros por año, frente a los 4 millones que recibe el país que lo sigue- tiene uno de los más pobres campesinados, a quienes no les llegan los frutos del negocio turístico.

    El mundo rural administra la mayoría de los recursos naturales del país y -en la era de la globalidad- visten de tradición y singularidad la cultura mexicana. Son ricos en recursos para el turismo pero no están convidados a la mesa de la distribución de los ingresos que esos recursos generan.

    Un programa de turismo rural que sume al campesinado -sin que resignen la producción- y enriquezca la oferta turística nacional mitigaría sus males. El objetivo es que el campesinado participe del 3% del gasto turístico agregado, permitiéndole ganar a este colectivo social más de 1500 millones de dólares anuales.
     
  2. Gastronomía: Aunque la mexicana es una de las más afamadas gastronomías del mundo, el país, con la excepción del tequila, exporta muy pocos productos de su cocina. La visión turística de la gastronomía es estrecha. Refiere sólo a la cocina aunque el alimento nace de la tierra, fruto del trabajo de los agricultores. Sin duda, la comida es el principal producto de la ruralidad.

    La cuestión sobre qué promover no es trivial, hace a una política de desarrollo territorial. Europa promueve su gastronomía con las denominaciones de origen. En Francia, España e Italia ésta es una herramienta clave en una agresiva política de exportación de quesos, vinos, jamones, pastas, y muchos otros productos. A diferencia de lo que hacen los países del mundo desarrollado, México sólo ofrece platillos de cocina, para los cuáles el único mercado son los turistas, desaprovechando así todo el potencial que podría desarrollarse, intentando captar el mercado internacional con denominaciones de origen para los productos de la cocina azteca.
     
  3. Los emigrados: Los desterrados mexicanos de la globalización que añoran su patria y que regresan año a año, que envían dinero a sus parientes, invirtiendo así en su tierra, no tienen una oferta turística a su medida y su comida -aquella que les hace recordar su terruño- la contrabandean porque nadie la exporta a sus países de residencia. Los emigrantes demandan un remedio a la nostalgia para fortalecer su mexicanidad y hay que "abrir los ojos", porque ya comienzan a producir en sus actuales lugares de residencia -creando empleo fuera de su país- los productos que México podría exportar.

    Como no se entiende una situación como ésta no se la comprende. Por eso se desprecia un enorme mercado cautivo (más de 12 millones de personas) deseoso de "consumir México", con la calidad que el mundo rural de hoy les ofrece.

Una vía para resolver las paradojas

Para superar las contradicciones descriptas líneas arriba es posible vincular adecuadamente los elementos más importantes que hacen al turismo rural, focalizando la acción en la participación de los campesinos, desarrollando así una política turística diferente a la tradicional. Para que sea exitosa se requiere de un compromiso efectivo del Estado. No se trata de grandes inversiones, sino de muchas y pequeñas articuladas en una política consistente y en una alianza entre el sector privado y el público, para que miles de pequeños emprendedores inviertan y trabajen.

La demanda potencial es importante y el campo puede ofrecer mucho: turismo cultural, agroturismo, turismo gastronómico, de aventura, de caza y pesca, educativo, científico, ecológico, religioso, esotérico y todo otro segmento turístico que requiera de un ambiente de naturaleza, de silencios, de culturas auténticas y singulares.

No se trata de construir grandes hoteles, sino de miles de pequeñas empresas sustentadas en la identidad rural, dirigidas al mercado turístico y a remediar la nostalgia de los emigrados / desterrados.

Los alimentos forman parte del patrimonio cultural. Conservando y ampliando el repertorio alimentario pueden abrirse nuevos mercados. Los emigrados pueden ser clientes pero también inversores en negocios familiares generados alrededor de las rutas alimentarias.

Las sacrificadas mujeres que han quedado solas en el campo podrían desarrollar su espíritu emprendedor con el apoyo económico de los emigrados, de una forma más eficiente, menos burocrática y mucho más barata que con los promocionados microcréditos.

Las remesas son sólo dinero. Borges decía de éste "...nada hay menos inmaterial que el dinero, ya que cualquier moneda es, en rigor, un repertorio de futuros posibles." La identidad, el turismo y los emigrantes -con su demanda de un remedio para la nostalgia- abren la ventana a un porvenir rural más venturoso. ¡Ojala se aproveche la oportunidad!

Nota del autor:
Las ideas plasmadas en la nota surgen de un trabajo realizado por el Área de Turismo Rural de la FAUBA y el Programa Institucional de Educación Continua de la Universidad del Estado de Sonora (México), por el cual se creó la Asociación Sonorense de Turismo Rural. La propuesta hecha para el caso mexicano bien podría aplicarse en la Argentina, donde muchos pueblos quedaron vacíos y sus oriundos con familiares y amigos regresan cada tanto. También sería factible de aplicar porque hay en la Argentina muchos emigrantes de otras naciones, que trajeron su cultura que son visitados por sus familiares del exterior, como por ejemplo sucede con la comunidad galesa.

  1. Este artículo es una síntesis del trabajo que vienen desarrollando en forma conjunta los autores. En el Estado de Sonora han dictado cursos en las zonas rurales, desarrollado talleres y creado la Asociación Sonorense de Turismo Rural.

  2. Ing. Agr. Magíster en Economía Agraria. Coordinador del Área de Turismo Rural de la Facultad de Agronomía de Buenos Aires y de los postgrados en Turismo Rural. Diseñó y coordinó el Programa Argentino de Turismo Rural y el de las Rutas Alimentarias Argentinas. Presidente asociado para las relaciones internacionales del Instituto Nacional de Turismo Rural de México www.turismoruralnacional.org.mx/ barrera@agro.uba.ar

  3. Lic. en Contaduría Pública. Coordinadora del Programa Institucional de Educación Continua de la Universidad de Sonora. Presidente del Colegio Mexicano de Gestores Culturales, A.C. educon@extension.uson.mx

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Sobre el autor

Facultad de Agronomía - Universidad de Buenos Aires