El Lic. Juan Llach, economista y sociólogo, explicó el cambio estructural que se está dando en el mundo respecto de las llamadas “liebres emergentes” y las “tortugas desarrolladas”, donde el primer grupo de países crece muy rápido, mientras que el otro lo hace más lentamente. Esta situación ofrece oportunidades sin precedentes para el país, no solo en el rubro agroalimentario.

“Esta oportunidad que tiene el país es más importante que la que hubo a fines del siglo XIX y comienzos del XX. El mercado potencial es mucho más grande ahora y en lo cualitativo, en aquélla época, estaba centrado en muy pocos productos que se generaban casi exclusivamente en la Pampa Húmeda. Actualmente la demanda potencial y en parte real mucho es más diversa y con un impacto en parte real y potencial, que se extiende a toda la geografía argentina. Es un cambio estructural de proporciones fenomenales”. Así abrió su conferencia el Lic. Juan Llach, economista y sociólogo (ex docente de la FAUBA), con la que concluyó el programa del Simposio Argentina y Asia en 2030, quien advirtió que “también hay que tener en cuenta a África, que en los últimos 20 años, y especialmente en la última década, por impulso de Asia, está creciendo mucho y es un cliente potencial interesante”.

Para Llach hay mucha discusión sobre cuánto va a durar el crecimiento de los países emergentes. Opinó que va a durar mucho tiempo y ha llegado para quedarse por 5 factores:

  1. la gran cantidad de población muy trabajadora que ha protagonizado un proceso de migración rural-urbano con salarios iniciales muy bajos, que ha generado mucha competitividad en la industria;
  2. la tecnología, cada vez más accesible (1 notebook, en 2000, costaba el equivalente a 20 toneladas de soja y actualmente el equivalente a 1 tonelada) lo que ha mejorado los términos de intercambio económico para los productores agrícolas, si se tiene en cuenta que la oleaginosa ha aumentado su valor en los últimos 14 años;
  3. la mayor y mejor inversión en educación en muchos de estos países, muy especialmente en Asia Pacífico;
  4. la incorporación al consumo de cerca del 70% de la población mundial, casi 5.000 millones de personas, y
  5. las políticas económicas de la mayor parte de estos países, que son mucho más racionales que en el pasado, más allá que se trate de naciones formalmente capitalistas o comunistas: “tienen baja inflación, atraen inversiones y no exageran ni con el déficit fiscal ni el externo. Son las políticas económicas que se viene aplicando de manera sistemática en China, hace más de 30 años y en otros países, más recientemente.

Consideró Llach, corrigiendo una proyección del economista estadounidense Robert Fogel, que en 2040, la participación de los países desarrollados en el PBI mundial bajará del 53% actual al 23% mientras que entre los emergentes, China aumentará su participación del 11 al 34%, India del 5 al 11% y América Latina, bajará del 9 al 7%. “Si bien implica una merma, si esta proyección se cumple -aclaró- la región tendría una participación en el PBI mundial equivalente a la sumatoria de la que tendrán la Unión Europea más Japón”.

Describió que de 2010 a 2040, la población mundial habrá aumentado 2.100 millones de personas, llegando a más de 9.000 millones en 2040, de los cuales solo 60 millones vivirán en los países desarrollados. China aumentaría 75 millones e India 380 millones, con lo cual la superaría como la nación más poblada del mundo y llegaría así a 1.570 millones de habitantes. Otros 1.627 millones van a vivir en países emergentes fuera de China e India. “Por eso insisto en hay que tener una mirada amplia del mundo emergente, no limitada a China, India y los BRICs (Brasil, Rusia, India y China) porque las oportunidades surgen también en otros países”, como de hecho se trató en el Simposio. Agregó Llach que las personas no pobres o de clase media en los países emergentes pasarán de 1.000 millones, en 2010, a 5.000 millones en 2040. “En este aumento de 4.000 millones de consumidores está el gran mercado potencial de las próximas décadas, -destacó-.

Por otro lado, está la revolución de las comunicaciones. Los usuarios de telefonía celular subieron de 1.000 a 6.800 millones en 12 años. En los países emergentes subieron de 200 a 5.200 millones. En África, en 2003, equivalían al 7% de la población y en 2013, ya cubrían el 80%, un continente que masivamente no pasó por la etapa de la telefonía fija.

Respecto de los avances en educación, citó Llach que hay 700.000 graduados universitarios por año en China, 350.000 en India y 70.000 en Estados Unidos (10 veces menos que en China). “Si la población china es 4 veces la estadounidense, puede decirse que el gigante asiático se está “ingenierizando” mucho más aceleradamente que Estados Unidos –destacó-“.

Por otra parte, en la prueba PISA, que cada 3 años se toma a estudiantes de 15 años de edad, en 2012, los 5 primeros lugares en matemática fueron para estudiantes de Shangai, Singapur, Hong Kong, Taipei y Corea del Sur. En lengua se dio una situación similar con la aparición de Japón en el 4º lugar. En ciencia el resultado también fue muy parecido, salvo Finlandia, el único país occidental que logró figurar entre los 5 primeros en alguna disciplina. “Con lo cual el fenómeno del mundo emergente es mucho más amplio que las historias de migración rural-urbana o las cantidades. Están empezando a jugar mucho más las calidades, la educación, el capital humano, la ciencia y la tecnología”, recalcó Llach.

Sigue y suma

Para el economista, el fenómeno de aumento de precios de los commodities va continuar. Si se ven los pronósticos de los últimos meses que preveían una fuerte caída de precio en función del aumento de la oferta, continúa la demanda, que no se sabe bien de donde viene y permite sostenerla a los valores por arriba de los 500 dólares la tonelada. No obstante

No obstante, aclaró que hay varios países con problemas de endeudamiento excesivo fiscal, externo o de ambos. En este sentido, citó 5 países a los que se califica de frágiles: India, Sudáfrica, Turquía, Brasil e Indonesia. Explicó que tal calificación se refiere a que tienen un nivel de dependencia del ahorro externo que -si se limitara por mayores tasas de interés- esos capitales irían a Estados Unidos y dejarían el “mundo emergente”, dado lo cual, por un problema de financiamiento, que no se ve desde la crisis de Argentina y Uruguay de 2001/2002, podría afectar la economía de esos países. “Esto es posible pero no probable, ya que las devaluaciones amortiguan esta situación y porque los niveles de endeudamiento son comparativamente más bajos que en la década del ’90 –opinó”.

Citó un trabajo de la Fundación Producir Conservando, cuya conclusión fue que el consumo mundial de alimentos de 2010 a 2020 crecería unos 364.000 millones de dólares, con un incremento de 2,2% anual, un índice importante para el mercado alimentario. Sus conclusiones indican que el tamaño del mercado va a seguir creciendo y que el mundo está en presencia de una tendencia larga de inversión, que no es coyuntural. Su causa principal es el crecimiento de los países emergentes, el aumento de población, la creciente incidencia del consumo (China está trocando su modelo económico hacia uno donde el consumo tenga algo más de importancia que la inversión y la exportación, lo que va a llevar tiempo, pero va a ocurrir, lo mismo que en otros países de Asia), la urbanización, y la mejora cualitativa y cuantitativa de la dieta.

“La influencia de China e India es grande en la demanda de alimentos pero fue mucho menor de lo que se cree. El 75% del aumento de las exportaciones de los productos que más le interesan a la Argentina, entre 2010 y 2020 se va a originar en compras de países emergentes que no son ni China ni la India. Por eso mi obsesión es abrir la cabeza en este sentido, como lo está haciendo este Seminario”, dijo Llach.

Nadie sabe la duración de la tendencia. Presumiblemente va a continuar hasta 2020/2025. No significa esto que a partir de ese año pueda bajar. Por tratarse de alimentos, sigue una curva que tiene a estabilizarse, pero en un volumen elevado. “Está claro que la tendencia no es invulnerable, pero tras una crisis tan intensa como la de 2008/2009, siguió creciendo la demanda de alimentos”, puntualizó.

Para el economista, en materia de precios, el mayor tamaño de los emergentes no significa mayores precios. Las cuestiones ambientales y el cambio tecnológico influyen pero es muy difícil pronosticar con exactitud la influencia del cambio climático en las cosechas y predecir cuándo van a aparecer los eventos que significarán un salto de productividad y un gran incremento de la oferta. “Nadie lo sabe porque los mercados de commodities son muy volátiles, y están sujetos a schoks por el manejo de los stocks. “No creo que se pueda hacer pronóstico de precios. Sí creo que -dado el desplazamiento de la curva de demanda, lo más probable es que los precios en los próximos 10 años sean más parecidos a lo que va del siglo XXI que a la última década del siglo XX”, vaticinó.

Otra oportunidad

Frente a esta realidad, la Argentina está mucho mejor preparada como proveedora de commodities. Participa de las reservas mundiales de litio, importante para los autos eléctricos o híbridos y se dice también que tendría la 3º reserva del mundo de “shale gas” con el yacimiento Vaca Muerta, Neuquén, luego de China y EE.UU. “Se estima que el aumento de riqueza, del valor capital, para la Argentina con ese yacimiento equivale a 6 PBI de la Argentina, que es lo mismo que decir a 6 veces lo que aumentó el valor de la propiedad de la tierra en el país, como consecuencia de la revolución agrícola. La tierra aumentó 500.000 millones de dólares y Vaca Muerta aumentaría a riqueza nacional en 3 billones de dólares”.

Para Llach, “creáse o no, todavía existe la discusión sobre si los recursos naturales son una bendición o una maldición, ya que hay casos donde la abundancia de recursos crea una enorme conflictividad cuando no hay instituciones capaces de administrar ese recurso, de manera que sus beneficios redunden sobre el conjunto de la sociedad, produciéndose gran inestabilidad política”.

La respuesta que ha dado la Argentina hasta ahora a este dilema es un aprovechamiento parcial con un costo, a raíz de sus políticas comerciales y fiscales aplicadas que puede estimarse en alrededor de 25.000 millones de dólares de merma en la producción, de los cuales 15.000 millones serían exportaciones. En ese sentido, Llach ejemplificó que “el país en 1999 producía 10.000 millones de litros de leche, volumen que actualmente llega a unos 11.000 millones, cuando el potencial argentino sería de 18 o 19.000 millones de litros”, al tiempo que Nueva Zelanda no puede cumplir sus compromisos con China porque no tiene suficiente oferta.

“Otro dilema que tiene la Argentina es el del valor agregado -opinó Llach-. El sector agropecuario tiene mucha agregación de valor. Simplemente que hay dos etapas: una anterior producto (antes del grano de soja o del ordeño), donde hay una importante agregación de valor y otra es a partir de allí, en el valor posterior, donde hay para ver si somos capaces de llegar y tener más presencia en las góndolas del supermercado. Este es un proceso que se está dando pero con una lentitud muy grande”.

Según el economista, desde el punto de vista teórico, la Argentina tiene 2 alternativas: seguir como hasta ahora (el actual modelo), que en su opinión no sería una buena idea. No obstante, citó el caso de la carne aviar, “una industria que ha tenido mucha proyección en lo que va de este siglo, con un esquema que trae problemas, porque muchos se quejan que la retención al maíz, menor que la de la soja, es un subsidio que puede ser objeto de medidas de represalias, con lo cual es un esquema que habría que revisar”.

Otra sería el modelo Mercosur, modificando paulatinamente la política fiscal hacia el sector. Proponemos ir gradualmente reemplazando las restricciones a las exportaciones por el impuesto a las ganancias, que implica una política fiscal mucho más progresiva que las retenciones por dos motivos: no desalienta la producción y no la desaloja de las zonas naturalmente menos productivas o más alejadas de los puertos.

“Todo esto requeriría encontrarle la solución a ‘la mesa de los argentinos’, dada porque la Argentina tiene una estructura de exportaciones que compite con la alimentación cotidiana, cuyos principales productos son el trigo, la carne vacuna y la leche. Afortunadamente -rescató Llach- el gran desarrollo de la soja hizo que ese conflicto sea mucho menor que antes. Siempre se ha intentado resolver este tema con políticas que han limitado el desarrollo agropecuario y no nos ha ido bien por ese camino. Pero en país de la naturaleza de la Argentina tengamos claro que hasta que no se encuentre una solución a este tema, el conflicto siempre va a reaparecer -vaticinó-. Ese es el desafío; tenemos que buscar formas más productivas e inteligentes de agregar valor, de conciliar la producción con la exportación y la mesa de los argentinos. Hacer una cosa a expensas de la otra es completamente insensato.

Por último, destacó una frase del Programa Estratégico Agroalimentario (PEA) -al que calificó de “proceso de gran participación social y política”, que finaliza diciendo que si se lograran sus ambiciosas metas, la Argentina podría crecer a un 7,2% anual, mientras que si no se alcanzarán solo lo haría al 4,8% por año. “Eso significa reconocer que el salto productivo adicional agroalimentario de la Argentina significaría 2,4% cada año de aumento del PBI”, concluyó.

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