Dos comunidades fotografían su lucha por la identidad

Los docentes de la FAUBA, Carlos Cowan Ros y Beatriz Nussbaumer, están realizando un trabajo de investigación y estudian la realidad de Huarpes y Collas, a partir de fotos tomadas por los propios pobladores. Una forma más de dar visibilidad a su lucha para que la sociedad los reconozca.

La fotografía es un arte que capta la esencia del momento. Imágenes estáticas, voces paralizadas. Hechos simbólicos que componen un escenario. La fotografía narra una historia. Y en este caso, la de dos comunidades distintas, de provincias diferentes, separadas por más de mil quinientos kilómetros. Pero unidas por una característica en común: sus procesos de rearticulación étnica.

Se trata, entonces, de reconstruir su identidad como etnia; su sentido de pertenencia, aquél que se debilitó hace algunas décadas, por presión social, persecución o exterminio. Los miembros de la comunidad Huarpe, en Mendoza, y los de la Yaveña, en Jujuy, fueron los fotógrafos de sus propias historias, y captaron las percepciones de sus vidas cotidianas y de sus realidades. Fueron los que dialogaron a través de las imágenes.

“Qué definen como propio, no propio; qué aparece, qué toman ellos; el reconocerse a uno mismo como investigador interviniendo. En ese sentido fuimos en la búsqueda de diferentes técnicas y metodologías para trabajar con ellos”, dice Beatriz Nussbaumer, ingeniera agrónoma, docente de la cátedra de Extensión y Sociología Rurales de la Facultad de Agronomía de la UBA e investigadora asistente del CONICET.

“Se da un proceso de rearticulación étnica, un proceso dinámico, donde se resignifican  elementos históricos y cotidianos. Donde se empiezan a reconocer las diferencias. Y la sociedad lo está vivenciando”, cuenta el Ing. Agr. Carlos Cowan Ros, investigador del CONICET con sede de trabajo en la cátedra de Extensión y Sociología Rurales de la FAUBA.

Juntos, iniciaron proyectos de investigación e incorporaron a la fotografía como una técnica para recolectar datos. Otro vínculo con la población jujeña y mendocina. Otro diálogo que visibiliza su lucha para que la sociedad los reconozca. “Nosotros no contamos lo que hacen ellos, ellos lo cuentan. Y no solamente se considera qué es lo que se fotografía sino también qué fue lo que los motivó para hacer esa fotografía”, explica Carlos.

Con un solo “clik” se puede construir una identidad a través de elementos simbólicos, que forman parte de su historia. La fotografía comunica y, aquí, se le adjudica una funcionalidad social. “Los elementos que eligen retratar tienen que ver los diferentes territorios que habitan, las distintas formas en que es ocupado, sus espacios individuales o familiares, sus modos de producción y relación con los recursos naturales”, expresa Beatriz.

Y es ahí donde radica la importancia de este análisis: utilizando la técnica de la imagen se descubre qué es lo que pensaron y cómo recorrieron esos territorios. A partir de escenas, lugares o paisajes que son significativos para su vida, construyen una historia. Esa historia que por necesidad deben contar para ejercer sus derechos como pueblos originarios.

“Las comunidades no tienen la misma forma de narrar que podemos tener nosotros, porque utilizan otro lenguaje, otra terminología. Trabajar con la foto ha sido un disparador interesante para hacer mucho más fluida esa comunicación y no restringirla sólo a la palabra”, cuenta Carlos y, al mismo tiempo, agrega: “Y lo más importante es que fueron ellos los que generaron sobre qué hablar”.

Es su lucha, es la lucha por sus derechos. Y desde la FAUBA se contribuye a dar visibilidad a sus reivindicaciones. 

La sociedad debe reconocer al otro y aceptarlo en su especificidad, igualdad, forma de vida sin imponer otra forma de comportamiento. Tanto las comunidades mendocinas o jujeñas, como los otros pueblos originarios que existen en nuestro país, fueron abandonando, perdiendo e invisibilizando sus rasgos, sus derechos, sus identidades.

Ahora se retoma la rearticulación étnica, un proceso dinámico, complejo, lleno de sentido. Y una de las formas de expresión más descriptivas para hacerlo es la fotografía. Esa secuencia de imágenes que los representa y, al mismo tiempo, nos concientiza. Nos hace más receptivos para aceptar lo que nos rodea.

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Sobre el autor

Esp. Lic. en Comunicación Social