La segunda vida de un residuo, según la FAUBA

Jue, 23/06/2011 - 11:24
Por FAUBA

Referentes de las carreras de Ciencias Ambientales, de la FAUBA, y de Arquitectura de la UBA, junto con cooperativas de cartoneros, debatieron sobre los problemas ambientales y sanitarios generados por la basura en la Ciudad de Buenos Aires. La clave: “Reducir, reutilizar, reciclar”.

La problemática de los residuos urbanos involucra aspectos ambientales y sanitarios, en los cuales intervienen toda la sociedad: desde la persona que desecha una botella de plástico, hasta los funcionarios responsables de diseñar políticas públicas, pasando por los ciudadanos que separan su basura en origen y los trabajadores que viven del reciclado.

Mientras el consumo crece en la Ciudad de Buenos Aires, y los rellenos sanitarios no dan abasto, se advierte la necesidad de reducir, reutilizar y reciclar los residuos urbanos. Actualmente hay diferentes experiencias alentadoras que, si bien no llegan a generar un cambio de conciencia en toda la sociedad, se están implementando con éxito en diferentes ámbitos. Algunas de ellas fueron expuestas durante una jornada realizada en la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA).

Cecilia Vespaciano, estudiante de la Carrera de Ciencias Ambientales la FAUBA, advirtió que si bien el plástico representa 10% de los residuos que generan los porteños, este material demora un siglo en descomponerse. Por eso la importancia de generar un sistema cíclico, que permita recuperar los desechos y reutilizarlos para fabricar otros nuevos.

En total, cada habitante de Buenos Aires genera 1,7 kg de residuos diarios que van al CEAMSE, una cifra que aumenta cada año, alentada por el creciente consumo de la población. Por eso, una de las claves está en disminuir el consumo. La ecuación se resume en tres erres: “Reducir, reutilizar, reciclar”, afirmó Vespaciano, quien también es voluntaria del programa de extensión universitaria MIRA (Manejo Integral de Residuos por el Ambiente), de la FAUBA.

Desde MIRA se busca cambiar los hábitos de estudiantes, profesores, trabajadores no docentes y vecinos del barrio de Agronomía, respecto del manejo de la basura. Sus integrantes separan los residuos en origen y trabajan en alianzas con la Fundación Garraham y la cooperativa El Álamo, que cada viernes retira tres conteiners con 3000 lt de material reciclable, previamente clasificado. En sólo un año de trabajo, la iniciativa permitió reducir 20% la cantidad de residuos que se genera en la FAUBA y van al relleno sanitario.

Muchos elementos que habitualmente se descartan, como una botella, una bolsa de plástico o un trozo de telgopor, pueden tener una nueva vida útil. En vez de convertirse en basura, puede ser materia prima para la fabricación de un ladrillo, una teja, un calentador solar y hasta un hilo muy resistente para hacer tejidos, dijo Ricardo Tartaglia, del Centro Experimental de la Producción (CEP) de la Facultad de Arquitectura de la UBA.

Entre otras cosas, en el CEP reciclan diferentes materiales para construir casas en poblaciones con necesidades básicas insatisfechas. “Queremos que el poblador carenciado pueda hacer su residencia”, aseguró, al exhibir materiales realizados con residuos rescatados de la calle, como baldosas, tejas y ladrillos fabricados con botellas de vidrio, viruta, cascotes y hasta polietileno que, mezclados con cemento, generan bloques antisísmicos.

“El tetrabrik también es muy útil. Lo desmembramos, lo abrimos, lo aplanamos con una plancha común y hacemos capas aisladoras”, apuntó, entre otros ejemplos como calentadores solares hechos con botellas y caños de plástico. “Hubo gente que se bañó por primera vez con agua caliente con este aparato, que no cuesta dinero”, advirtió.

“Somos medio cirujas. Usamos lo que podemos rescatar en la ciudad”, dijo, y animó a pensar cuál es la segunda vida de un plástico. Una botella se puede transformar en hilos, que trenzados al calor se convierten en sogas muy resistentes. Incluso hay asociaciones de cartoneros que muelen el plástico y lo exportan a China, para que vuelva como camperas de polar”, detalló.

Desde la cooperativa El Álamo, Alicia Montoya aclaró que los residuos no representan sólo un problema ambiental, sino también sanitario: “Los trabajadores que viven de la basura y las poblaciones que habitan alrededor de los basurales están en una enorme situación de vulnerabilidad, de precariedad de salud muy grande”.

Montoya recordó que los cartoneros fueron incorporados en 2003 al sistema de higiene urbana de la Ciudad de Buenos Aires. También señaló que desde entonces las empresas de higiene urbana tienen la obligación de crear espacios verdes para trabajar sobre el reciclado y que ciertos edificios deben separar sus residuos.

No obstante, muchas de estar normas no se cumplen. Por eso, la cooperativa se enfoca en establecer programas de separación en origen y colaborar con los cartoneros, que acarrean serios problemas sociales. Pero, además, busca intervenir en el diseño de políticas públicas y hacer que las leyes existentes se cumplan en los ámbitos nacional, provincial y municipal.

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Facultad de Agronomía - Universidad de Buenos Aires