La genética que le devolvió la identidad a los hijos de desaparecidos

Víctor Penchaszadeh, el genetista que colaboró en la creación del primer “índice de abuelidad”, dictó un seminario en la FAUBA y habló sobre su participación en la recuperación de identidad de hijos de desaparecidos apropiados por el terrorismo de estado. La primera nieta recuperada fue Paula Eva Logares, hija de estudiantes de la Facultad de Agronomía.

El médico especializado en pediatría, genética médica, salud pública y bioética, Víctor Penchaszadeh dictó un seminario abierto a toda la comunidad en la Facultad de Agronomía de la UBA sobre la utilización de la identificación genética para la recuperación de identidad de hijos de desaparecidos durante la última dictadura militar argentina. No se refirió a conceptos técnicos-científicos de la genética, sino a la complejidad de los aspectos éticos, sociales, psicológicos y políticos.

Con el retorno a la democracia, las Abuelas de Plaza de Mayo se dieron cuenta de que tenían una tarea específica: encontrar a sus nietos desaparecidos. Recuperar a los hijos de mujeres torturadas durante la gestación y asesinadas después de los partos en centros clandestinos y hospitales militares. Hallar a los bebés que habían sido robados y apropiados como botín de guerra.

Víctor Penchaszadeh se graduó en la Universidad de Buenos Aires y su carrera siempre estuvo ligada a los problemas médicos de la genética. En el 76 debió exiliarse después de un intento de secuestro, y vivió 30 años en el extranjero. “En Nueva York me reuní con María Isabel "Chicha" Mariani y Estela de Carlotto para discutir cómo la genética podía ayudar a identificar a sus nietos desaparecidos”, contó.

Así, inmediatamente se contactó con científicos especializados en genética liderados por la Dra. Marie Claire King, y junto a un grupo de matemáticos y estadísticos crearon el “índice de abuelidad”, el primer método utilizado en el mundo con el que se logró probar la filiación sin tener a los padres disponibles para hacerles pruebas genéticas.

“El índice de abuelidad, al igual que el de paternidad, establece una probabilidad de parentesco, es decir que no es un impedimento que falte una generación. Sólo se deben manipular un poco las pruebas estadísticas”, aseguró el genetista. 

Y explicó: “No se implementaba el ADN porque no se habían inventado las enzimas de restricción. Entonces las identificaciones en esa época, hasta los finales de los 80, se hacían por los productos del ADN. El sistema más útil era el de histocompatibilidad”.

La primera niña recuperada fue Paula Eva logares, hija de Mónica Grinspon y Claudio Logares, ambos estudiantes de la Facultad de Agronomía de la UBA. El índice de parentesco requirió el análisis estadístico de los perfiles genéticos de la muestra de identidad desconocida, por lo que reconstruyeron su árbol genealógico en base a los antígenos, sin ADN, con una probabilidad del 99, 9 por ciento. “En el momento de la identificación de Paula no había ninguna base de datos, había fuertes sospechas, es decir, fueron directamente a hacerle el análisis a los que sospechaban que eran efectivamente los familiares después de haber demostrado que no era hija biológica de quien creía”, dijo el doctor.

A partir de las primeras identificaciones, y de la mano de Penchaszadeh, en el año 1987 se creó por ley el Banco Nacional de Datos Genéticos (Ley 23 511), para obtener y almacenar información genética que facilite la determinación y esclarecimiento de conflictos relativos a la filiación.

“El Banco comenzó a almacenar muestras de personas que tenían sospechas o indicios de que sus hijas o nueras habían dado a luz en campos de detención, y de niños probablemente víctimas de apropiación, con dudas basadas en denuncias anónimas, declaraciones de sobrevivientes, adopciones sospechosas, certificados de nacimientos falsos, nacimientos en domicilios, etc”.

Además, inmediatamente después de que entrara en funcionamiento la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) comenzaron a realizarse exhumaciones y recolecciones de esqueletos NN. Y se formó el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) donde tienen la custodia y el permiso de hacer identificación y de conseguir el máximo de muestras: hasta la actualidad recolectaron nueve mil muestras e identificaron cerca de 700.

Asimismo, el rol de los psicólogos infantiles fue fundamental, principalmente por lo que tuvieron que atravesar los niños para que la sociedad los acepte. “En el presente lo más popular en la Argentina es encontrar un nieto apropiado o que ese nieto se encuentre a sí mismo, pero en la década del 90 los medios estaban en contra; era una época donde nadie quería remover mucho el avispero. La fuerza de Abuelas fue la que consiguió mantener esta llama viva”, afirmó.

Efectivamente, hoy la supresión de la identidad es un delito de lesa humanidad al igual que la desaparición. Y los delitos de lesa humanidad no prescriben nunca. El principio más importante es que el derecho a la identidad es un derecho humano fundamental. Y en nuestro país, gracias al “índice de abuelidad”, 116 nietos ya encontraron sus orígenes, sus identidades genéticas.

“Como médico he sido uno de los luchadores para que las pruebas genéticas sean voluntarias. Los datos genéticos individuales son confidenciales y están amparados por Ley. También, hay reglas éticas para el funcionamiento del Banco, basadas en organismos internacionales, que se siguen y cumplen”, afirmó Víctor.

¿Qué hacemos si sospechamos de nuestra identidad? “No hace falta recurrir a un organismo judicial. Ante la duda deben acercarse a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), hacer el trámite pertinente y ahí rápidamente se analiza el ADN. Los perfiles de ADN de los casos a identificarse se cotejan con los de la base de datos: en 10 años ya se examinaron más de diez mil muestras. En el Banco Nacional de Datos Genéticos hay almacenados perfiles genéticos de 311 familias con nietos desaparecidos”.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.

Sobre el autor

Esp. Lic. en Comunicación Social