Historia de la FAUBA


El Instituto Superior

El Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria debía integrar y presidir el plan de enseñanza agrícola en el país, dado que ya existían escuelas para este fin a nivel primario y secundario. Al menos, ese era el plan de Wenceslao Escalante, Ministro de Agricultura de gobierno de Roca y principal hacedor de la nueva institución.

El Instituto debía, según el decreto fundacional, "1º: Preparar veterinarios e ingenieros agrónomos que sepan positiva, teórica y prácticamente las ciencias y técnicas respectivas, en el grado mayor de intensidad alcanzado en los mejores establecimientos análogos (...). 2º: Constituir un centro científico que, manteniendo relaciones con las instituciones análogas, siga el progreso universal de las ciencias y las artes correspondientes. 3º: Contribuir directamente al progreso agrícola del país procurando resolver sus problemas, con el auxilio de las ciencias y la experimentación manteniendo para ello los gabinetes, los laboratorios y estaciones de ensayo que sean necesarios." El decreto preveía la conformación de un plantel docente de excelencia, con profesionales contratados en el exterior y con los mejores recursos humanos que tenía el país en la materia.

Se propone, además, premiar a los mejores alumnos con becas de estudios de posgrado en el exterior, con la posibilidad de ser ayudantes de laboratorio y, al cabo de dos años en esa tarea, optar por el título de Doctor en Ciencias Agrarias o Veterinarias. Por último, respecto de la dirección y gestión del establecimiento, el decreto dispone que quede a cargo de un Rector, con rango de Jefe de División en el Ministerio de Agricultura, y de un Consejo Directivo, cuya primera conformación contará con algunos de los más ilustres científicos de la época, como el gran paleontólogo Florentino Ameghino, el naturalista Angel Gallardo, Octavio Pico, José Lignières, Joaquín Zabala, y una serie de destacados profesionales extranjeros, como Marcelo Conti, Kurt Wolffhügel, Salvador Baldasarre y Gualterio Davis. En el cargo de Rector, se designará al químico Pedro Arata.

 


Y ese mismo día comenzaron las clases...

El 25 de septiembre de 1904, una semana después de lo previsto originariamente, se realizó con todas las pompas la inauguración del Instituto. Concluía por entonces el mandato de Roca al frente del gobierno nacional y tanto el presidente como el Ministro de Agricultura Wenceslao Escalante querían retirarse con el crédito de haber materializado el establecimiento de la nueva casa de estudios. A propósito, diría el subsecretario de Agricultura Carlos Ibarguren: "Escalante, previendo quizás que no volvería más al gobierno, entregaba a la juventud estudiosa este Instituto, como el más preciado legado de su vida pública. Las innumerables dificultades y luchas que venció, para fundarlo en estos terrenos fiscales, reivindicados a poseedores particulares, pareciéronle compensadas ante la satisfacción de ver realizada su obra y construído el primer pabellón en medio del campo, inculto entonces. Diríase que el día de la inauguración, iniciaba para su fundador el crepúsculo de su afanosa vida."

El Ministro de Instrucción Pública, Dr Lagarra y el decano Cárcano descubren el busto de homenaje al Ministro Escalante, en junio de 1924.

La estatua de Escalante en la actualidad, ubicada frente al Pabellón Central.

El diario La Nación informaba del acontecimiento en un artículo en el que anunciaba la presencia del Presidente de la República, el Ministro Escalante y otras personalidades invitadas, que llegarían al lugar en trenes expresamente fletados desde la estación Chacarita. El mismo periódico, al día siguiente, destacaba que el establecimiento había sido construido en tres meses, al tiempo que reproducía parte del discurso del Ministro Escalante. También informaba que ya había 40 inscriptos para las clases que comenzarían ese mismo día. Una nota de color cerraba el artículo de La Nación: "Terminada la ceremonia se sirvió un lunch, que dio ocasión a algunos concurrentes para emular en proezas del más deplorable mal gusto."

En realidad, del Instituto había entonces sólo dos edificios terminados: el Pabellón de Química, donde se ubicaba la Administración y la mayor parte de las cátedras, y la Oficina de Meteorología, donde se dictarían las clases de Física. Además, se estaban construyendo otros dos pabellones (el de Anatomía y el de Biología, terminados, respectivamente, a fines de 1904 y a principios de 1905). Todo lo demás era un descampado que costó mucho esfuerzo limpiar, excepto por la presencia de una antigua construcción. Por fin, a partir de octubre y hasta enero de 1905, se desarrolló el curso inicial de estudios, dictándose las siguientes materias: Física (a cargo del Tte. Cnel. José Sosa), Química (Dr. Emilio Flores), Botánica (Dr. Lucien Hauman), Zoología (Dr. Kurt Wolffhügel), Agricultura General (Dr. Moldo Montanari), Anatomía (Dr. Luis Van de Pas) e Histología (Kurt Wolffhügel).

Anecdotario:

  • La única construcción que tenía el terreno donde se edificó el Instituto estaba ubicada en las proximidades de la actual esquina de Chorroarín y Avda. San Martín. Era una humilde edificación, que tendría siglo y medio de existencia, donde se alojó a Don Ramón Triguero, quizás el primer bedel de la Institución. También allí viviría por más de 20 años el profesor italiano Moldo Montanari, a quien puede considerarse el primer docente "full time" de la Universidad.
     
  • Como todo novel establecimiento, el Instituto Superior debió sufrir en su primer lustro de vida avatares que, desde lo económico o las decisiones políticas, pusieron en riesgo su continuidad. El escaso presupuesto exigió, en algunos casos, esfuerzos fuera de lo común de algunos de los primeros docentes, como es el caso de profesor italiano Moldo Montanari que en 1908 alcanzó a dictar 8 asignaturas (Agricultura I y II, Fruticultura, Vitivicultura, Horticultura, Apicultura, Sericicultura, Silvicultura y Jardinería) en un año, completando un total de 690 horas de clase.
     
  • El primer examen de ingreso a la Facultad consistió en una pregunta de química, otra de matemática y una tercera de física. Los tres ítems eran, respectivamente:
    • ¿Qué es la combustión?
    • ¿Cuál es el área del trapecio cuyas bases son respectivamente 28.747,23 ms y 17.578,43 ms, y su altura 12.463 ms?
    • Principio de Arquímedes.

 


Docentes de importación

A principios de siglo, la educación agronómica en el país tenía limitantes fundamentales. La principal, quizás, era la escasez de docentes y profesionales que pudieran hacerse cargo de las cátedras y la enseñanza, un requisito esencial para la puesta en marcha de cualquier proyecto educativo. El tema era tratado de forma explícita por el decreto fundador, que en sus artículos 17 y 18, preveía la contratación de profesores extranjeros, a elección del Poder Ejecutivo. Los mismos debían haberse destacado por sus trabajos o bien por la experiencia docente en las respectivas disciplinas. La tarea de selección quedaría a cargo del veterinario Desiderio Bernier, quien se encontraba en Europa para la época del establecimiento del Instituto, y del Dr. José Lignières, uno de los primeros miembros del Consejo Directivo, comisionado especialmente por el Ministerio para cumplir esa tarea en el exterior. Bernier, además, debía visitar las escuelas agronómicas y veterinarias europeas, a fin de importar técnicas y métodos de enseñanza e, incluso, copiar los planos de la Escuela de Agricultura de Bruselas, considerada la mejor del mundo, a fin de edificar el Instituto a imagen y semejanza de aquella.

Tanto Bernier como Lignières tenían claras directivas del Ministerio: la selección debía ser muy rigurosa y, por ejemplo, no se debían contratar personas que teniendo un empleo en Europa, "pidan licencias a sus gobiernos para todo el tiempo que dure su contrato." Según el mandato, estos profesionales eran "unos comerciantes en ciencia" que poco podían aportarle al país.

Bernier se entrevistó con decenas de candidatos. De cada una de esas entrevistas produjo un informe que despachó a Buenos Aires. En ellos, por ejemplo, se decía que el belga Hauman "era muy joven para ser profesor", que el guatemalteco Estrada era "muy recomendable para agrónomo, pero no está preparado para el profesorado", o que el doctor alemán Berju "no tiene buen físico".

El comisionado debía evaluar toda una serie de condiciones de los candidatos, tales como la locución, el físico, las aptitudes para el trabajo y la docencia, las recomendaciones que los respectivos gobiernos locales pudieran hacer de cada aspirante, la predisposición para aprender el idioma, etc. Así, la labor de Bernier fue lo suficientemente compleja como para ocasionar demoras, marchas y contramarchas. Por fin, contrató a los belgas Herman Van de Venne, Collard Bovy y Lucien Hauman Merck, a los italianos Salvatore Baldasarre, Angel Baldoni, Felipe Cinotti, Virginio Bossi, Cayetano Martinoli, Moldo Montanari, Godofredo Cassai y Marcelo Conti, a los alemanes Kurt Woffhügel y Federico Reichert, al holandés Louis Gerard Van de Pas, y a los franceses Julio Lesage y Enrique Joffrin. De estos 16 docentes, cuatro se marcharían prontamente (Baldasarre, Baldoni, Bovy y Van de Venne permanecerían en el país poco menos de un año). Algunos de los que se quedaron, como Hauman, Conti y Montanari, se convertirían con el tiempo en pilares fundamentales de la naciente institución. Para el año 1924, los seis extranjeros que aún continuaban prestando servicios en la Facultad (Montanari, Reichert, Van de Pas, Martinoli, Conti y Cassai) obtuvieron el mayor título honorífico que entrega la Universidad: el de doctores honoris causa, diploma que habían recibido, en distintos momentos, personalidades de la talla de Einstein, Roosevelt, Rafaél Obligado y Ricardo Rojas, entre otros.

Clase magistral del profesor Hauman, uno de los docentes Fundadores, sobre el tema "Circulación de la savia mineral". Fue en 1949, luego de dos décadas de ausencia del país.

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